
II
Hombres, ¡a mí que me importan
las espadas o los combates!
Yo sólo sigo a una estrella:
la del placer y la música.
En mí no confiéis,
pues soy de aquellos que rehuyen
encontronazos y embates.
Cuando veo al enemigo
salto sobre mi potrillo
con las riendas colocadas
por el lado de la cola.
No sé cómo es un arnés,
ni un broquel, ni un alfanje.
Todo mi afán es saber,
cuando sus guerras estallan,
por qué camino escapar.
Si de juergas se tratara,
de beber vino sin mácula
o de pasarme la noche junto a vírgenes luciendo
sus vestidos de luto negro
me veríais con razón como héroes de los árabes.
VIII
El vino es manzana líquida,
la manzana vino sólido.
¡Bebe lo sólido licuado
y el gozo de hoy
no lo dejes para mañana!
XV
¡Abandona los restos del campamento!
Lúgubres y míseros vestigios,
nada hallarás de atractivo en ellos.
Bebe vino aunque esté prohibido
puesto que tu vida terrenal
es morada perecedera.
Bebe un vino robusto y exclama ¡nos han cazado el sol para beberlo en el tazón!
XVII
El vino arde generoso en la copa
como un astro luminoso en el cielo
o una luna llena en la noche.
Si pudiera mezclarlo con la oscuridad
disiparía sombras y tinieblas.
Grandes placeres depara a aquellos
que lo beben sin temor ni recelos.
Sus burbujas como perlas dispersas
el agua enhebra en la mezcla.
Siempre hablo a la copa antes de beber:
a ella, confidente, cuento mis secretos.
XX
¡Aleja tus más recónditas cavilaciones
y déjate llevar por el canto y la música!
¡Goza el momento con la hija de la viña!
Acepta la vida con alegría y regocijo
y no sigas los pasos de los que se reprimen.
Sirve el vino embellecido desde antiguo
entre las duelas de la cuba: bebida anciana,
consumió la eternidad en su lozanía
arrebatándole el aliento era tras era.
Derramada en el cristal es una lumbre que prende
sin llamear; es centella si no se mezcla
y es oro cuando el agua se vierte en ella
salpicando y moviendo en sus entrañas a pelea
las burbujas que rivalizan en la contienda
hasta que alcanzar la superficie y se serenan.
¡Qué belleza en las yemas del copero afeminado
cuya mirada te mantiene en la incerteza!
¡No digas más buenos días! ¡Di buen vino tengas!
Menciona su nombre y aleja con él las guerras.
Mejor que lanzarse a la batalla cabalgando
entre relinchos, será atender el lamento
del copero que abandona el vino en las copas
y del bebedor que suspira por el mal de amor.
Mejor será montar la grupa de una gacela
a la que haces trotar o galopar según querer.
En su rostro reina la belleza como Yazid*
en lo más alto del honor y la gentileza.
XXXII
Sé esquivo y avariento y a los aduares no hables:
sus ruinas, el saludo no te van a devolver.
Maldice al cuervo de mal agüero de la separación.
Siéntate junto al narciso, deja atrás las espinas,
túmbate al lado del mirto, olvídate de las zarzas,
y por la mañana empieza a beber el vino.
¡Que ninguna prohibición te lo impida!
Quien combate los placeres que el vino acompaña
vive una extenuante vida de aflicción.
XLVI
La resaca cabalga
con el tembloroso amigo
que ni siquiera podía asir con las dos manos la copa.
Al llegar la medianoche,
-yo hacía girar el vino-,
me reclamó otra ronda:
-¿Me servirás otra copa
que por fin me dé reposo?
-Te daré la que me pides
y la haré seguir de otras
que correrán ante ti
como rápidos corceles.
Así solemos proceder
las noches en que yo escancio
y él me pide más y más
hasta caer desplomado
sin saber si ha de yacer
sobre un cojín mullido
o sobre el suelo más duro.
XLIX
Alardeaba de saber beber hasta dar con una cuadrilla
de jóvenes avezados a las tinajas de vino robusto.
El chico quería que todas las manos fueran copa
y que todos los comensales le sirvieran cual coperos,
hasta que un solo sorbo lo tumbó en el suelo.
L
El vino que al fluir por las venas penetra las mentes
puede blandir la espada de las mejores virtudes
o lograr ser portador de la peores calamidades.
Nunca un necio al beberlo dejará de serlo
como el noble siempre conserva su nobleza.
Igual de embrutecida tiene el necio la cabeza
cuando está borracho como cuando está sereno.
Poemas tomados del libro: Nûwás, Abu (2010) Cantar al vino. Edición bilingüe de Jaume Ferrer Carmona y Anna Gil Bardají. Madrid: Cátedra
Notas:
*Tal vez Ahmad Ibn Yazid al-Muhali, amigo del poeta.